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"... el bibliotecario protege los libros no sólo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido"
Umberto Eco

BARRERE MACEDO, Carmen

Carmen Rosa Barrere Macedo
carmenba@gmail.com

Posadas-Misiones-Argentina//Florida-Buenos Aires-Argentina.


Libros editados: “31 cuentos de amor rosados y no tanto”- Editorial Dunken- Año 2003- Premiado Letralia Venezuela; Mi Hijo Bipolar- Año 2009- Imprenta- Florida- Buenos Aires; Técnicas de relajación terapéuticas: A.B.C. de la relajación.- A.B.C. de la reprogramación positiva- Impresión y diagramación blue- Mayo 1999.

OBRA

ARTÍCULOS

QUE NO CALLE EL JUGLAR.

En la Edad Media — tan lejana — los juglares y trovadores eran personajes requeridos por la realeza para animar sus reuniones picarescas, pasar a través de sus manos recados traicioneros, o encargarles la letra de dulces endechas amorosas. Acabados estos compromisos cambiaban el ropaje y vagaban por villorrios donde su chispa era compensada por los aldeanos que los colmaban de vino y atiborraban de comida, apasionados con los chismes y dramatizaciones que de los ricos hacían los pintorescos vates. Para los personajes encumbrados sus súbditos conformaban una calamidad necesaria que debía ser controlada en el pago de impuestos y mantenerlos fieles como servidores sin derecho a reclamo. Vengativo, el pobrerío inventaba coplas y burlas grotescas que desnudaban intimidades escandalosas de señoras cortesanas, príncipes y hasta reyes. Las infidelidades, los secretos de almohada, el odio entre señorones, la pasión escondida del mandamás por un ciervo joven y aquiescente, los crímenes y las estrategias para armar una guerra, todo se mezclaba para armar estribillos que cantaban por lo bajo taberneros y clientes mientras se bebía el buen vino, regalo de la tierra.

El Río de la Plata se enorgullece de sus payadores. En los parajes arenosos de la Bahía de Samborombón está intacto el recuerdo de las coplas de Santos Vega, el gaucho cuyos restos están enterrados al borde de la Ría Las Tijeras. Otros rasgueos de guitarra se perpetúan en las copas de los ombúes pampeanos, al borde los arroyos donde llora el sauce, o incrustados en el adobe de las taperas que tuvieron por inquilinos temporarios a esos seres libres. Tiempo de payadas y de serenatas. Aire donde tintinean las notas nostálgicas de Betinotti, añoranzas por una Pulpera de Santa Lucía de ojos azules como charcos de agua dulce y el perfume a madreselvas de la jovencita cuando alarga el mate. Este repaso fugaz por un pasado romántico, cuando teníamos tiempo para mirar la luz de las estrellas y perseguir bichitos de luz para encerrarlos en un frasco colocado sobre la mesa de luz, me hace bien. Bendita sea mi memoria y bendito el sabor a miel que paladeo en las remenbranzas.

Los españoles de estos tiempos nos prestan a su Nano. Con él abrimos surcos nuevos en la tierra, desgarramos la arena de las playas y aceptamos el consejo del padre que recomienda una mujer rellenita para calentar la cama. Y otra buena mañana, viene del brazo con Penélope y su cartera, o nos hace divagar al son de La Paloma, que se equivoca siempre sin jamás perderse.

El pueblo brasileño tiene sal y pimienta en los huesos. Con una lata con piedritas y un palo o una calabaza con granos de maíz, arman su orquesta. Al rato, aparece un moreno y su guitarra. Enseguida un rubio y su flauta. Plazas y riberas del mar, contoneándose como garotas vestidas con trapitos, pero rellenas de placer. Muchos tienen hambre, duermen a la intemperie o son carenciados. No piden limosna ni matan a jubilados en salideras bancarias. Su manera de pedir ayuda es a través de la música. Flota en ese aire la aguardentosa voz de un añorado Vinicius, que se mezcla a esta sangre joven, a sus raíces tribales, cuando el tambor reclamaba al guerrero para danzar ritualmente en derredor del fuego.

Los rioplatenses heredamos iguales inmigraciones y con ese gentío diferenciado, fuimos armando un presente parecido. Discutimos sin pelearnos por la posesión del Zorzal Criollo y mezclamos juntos el candombe y el fenómeno internacional, el garabato del tango y la milonga. Cuando yo era joven un amigo con muy buen oído me invitó a escuchar a una morocha de pelo lacio, hoyuelo en la mejilla y voz incomparable. No cabíamos en el pequeño sitio donde se presentaba así que nos acomodamos como pudimos sobre cajones de cerveza vacíos. Una mujer alta, de buen porte y con una voz que excedía las paredes, las atravesaba y se diluía con fuerza entre los médanos era la cantora. La que más adelante ponderaría el mundo, nuestra Negra Sosa.

Mientras una persona tome un lápiz y juguetee un poema, mientras un joven cante mientras se baña, mientras una mozuela tararee esperando al novio, mientras un entradito en canas gire su carrito dentro del supermercado silbando “Cuando los Santos Vienen Marchando” y tu mirada se cruce con su mirada pícara, nos sentiremos vivos. Retendremos el calor de la ternura, la pasión del beso, la fantasía de escuchar una ópera, de ser capaces de arrullar a nuestros nietos o de canturrear en el oído de un anciano. Que nunca desaparezcan ni el legendario trovador y su legado y que las manos no paren de escribir, de pintar, de arrancar el sollozo a una verdulera o agitar una pandereta gitana.

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